XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Rocoso por Tom Schmidt
Me pregunto cuántos hombres que se llaman Pedro saben que originalmente era un apodo. Jesús le dio a Simón un nombre basado en la
palabra “roca”. Como cualquier buen apodo, Jesús tenía una razón para llamarlo así. Pedro acababa de reconocer a Jesús como el Hijo de
Dios y el Mesías (Cristo) y Jesús tomó la oportunidad para enseñarnos
sobre la importancia de la fe como el fundamento de la Iglesia.
Al inicio la Iglesia era los judíos que seguían a Jesús. Para ellos, la
tradición de un mesías venidero era un símbolo de su esperanza para
el futuro. Así que, creer que Jesús era el Mesías significaba que Él era
la razón de su esperanza, pero aún más importante, les demostró lo
que “el mesías” realmente significa.
La gente pensaba muchas cosas diferentes sobre cómo sería el
mesías. Algunos esperaban un líder político que uniría a los judíos y
tal vez incluso derrocaría a sus amos romanos. Otros pensaron que
haría maravillas, como un superhéroe, que usaría su poder para hacer
de Israel una nación grande y libre. O tal vez el mesías proporcionaría
alimentos y riquezas en abundancia.
Al llamar a Jesús el Mesías, vemos que nos salva no por un liderazgo real o hazañas asombrosas o
grandes riquezas, sino por dar su vida por nosotros en la cruz. Nos demuestra que el amor es un
poder mayor que el poder político o la riqueza y al aprender acerca de Jesús, aprendemos acerca del
amor de Dios por nosotros. Aprendemos que Jesús ha cumplido todas las esperanzas mesiánicas. No
solo une a los judíos, sino a todas las personas que creen en Él. Nos libera del pecado y de la muerte.
Alimenta nuestra hambre espiritual con su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía.
Al alabar la fe de Pedro, Jesús nos demuestra que la fe es el fundamento (la roca) de la Iglesia.
Porque la Iglesia no es solo un club social de personas que prefieren adorar de la misma forma sino es
una familia de personas que creen todo lo que Jesús enseñó porque creemos en la persona de Jesús.
Es decir, no solo creemos que Jesús fue real. Afirmamos que está vivo y es importante para nuestras
vidas. Lo hemos experimentado en sus palabras, en los sacramentos y entre nosotros. Que nuestra fe
sea siempre tan sólida como una roca.